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jueves, 7 de noviembre de 2013

Pasemos a la actualidad

 Rechazo parlamentario al reconocimiento legal de uniones homosexuales.


El pasado 25 de enero el Parlamento polaco desestimó en su primera lectura tres proyectos para la institución de las uniones homosexuales. Uno de ellos provenía del diputado Artur Dunin, del partido en el poder, la Plataforma Ciudadana. Los otros dos eran iniciativa del anticlerical Movimiento de Palikot.
El proyecto preveía que dos personas del mismo o distinto sexo podrían firmar ante notario o ante el director de una oficina de Registro Civil un contrato de unión de hecho. El proyecto regulaba, entre otras, cuestiones de herencias, créditos contraídos en común y la obligación del pago de pensión alimenticia. Los diputados veían que de este modo se abría una puerta al reconocimiento de matrimonios homosexuales en el futuro.
El debate fue acalorado, principalmente dentro las propias filas de la Plataforma Ciudadana. El primer ministro Donald Tusk se pronunció a favor del proyecto de Dunin, que supone un claro emparejamiento de las uniones con el matrimonio. Sin embargo, los votos del partido Ley y Justicia, los del Partido Campesino Polaco y los de 47 miembros de la Plataforma liderados por Jaroslaw Gowin, ministro de Justicia, echaron por tierra la propuesta al considerarla anticonstitucional.
Janusz Palikot, quien antes de convertirse en adalid de la lucha contra la Iglesia había sido propietario de una revista mensual de marcado carácter católico dirigida a lageneración JPII, no tardó en mostrar su indignación y pidió al primer ministro que destituyera al ministro rebelde. La tensión entre Gowin y Tusk no ha dejado de crecer desde hace tiempo. Pero el jefe del gobierno sabe que en un momento tan delicado para su partido sería arriesgado enfrentarse con la fracción que encabeza Gowin. Palikot, cuyo partido no deja de perder apoyo popular en los sondeos desde el comienzo de la legislatura, se ve obligado a elevar cada semana el listón de sus groseras provocaciones.
En una reciente encuesta el 69% de los polacos se muestra contrario a la legalización del matrimonio homosexual.
Un debate que no existe en la calle
Este debate no existe en la calle y si se ha planteado en la vida política ha sido por los medios de comunicación, especialmente las cadenas de televisión. Según los datos de una encuesta del instituto Homo Homini, el 69% de los polacos se muestra contrario a la legalización del “matrimonio” homosexual y el 84% rechaza la posibilidad de adopción por parte de estas parejas.
Describe bien la situación en el diario Rzeczpospolita Ryszard Bugaj, economista y ex-dirigente de la izquierda anticomunista: “Observando el conflicto creado alrededor de las uniones de hecho, podría concluirse que este asunto tiene para todos los ciudadanos un significado fundamental y que los polacos se han dividido en dos ejércitos hostiles: uno derechista y otro liberal-postcomunista. Pero esencialmente esta cuestión solo despierta las emociones de parte de las élites. Para los gobernantes, la gran virtud del conflicto consiste en que oculta acontecimientos reales e importantes: el paro, el trauma demográfico, el deterioro de la situación de Polonia en la arena internacional”.
Como ocurre en bastantes países, en Polonia la tendencia dominante en la televisión, tanto pública como privada, es hacia la izquierda. Pero en el caso polaco conviene tener en cuenta la patología añadida por el papel casi directo de los servicios comunistas en la creación y financiación inicial de los nuevos imperios mediáticos del país. Aunque han pasado ya más de veinte años y la ideología ha dado un viraje hacia el consumismo nihilista, sería equivocado pensar que la cuestión pertenece a tiempos pretéritos.
Lo demuestra el regreso a las pantallas de algunos protagonistas de los episodios más ignominiosos de la dictadura. Un caso especial es Jerzy Urban, portavoz del gobierno del general Jaruzelski y luego propietario del periódico Nie, conocido principalmente por su papel en la campaña de difamación que desembocó en el asesinato del sacerdote y ahora beato Jerzy Popiełuszko. Durante lustros después de la caída del comunismo, políticos y periodistas habían tratado de esconder cualquier tipo de relación con Urban y a nadie sensato se le ocurría citar como fidedigna cualquier información procedente de su diario. Ahora es invitado frecuente de los platós.
El gobierno de Tusk necesita desviar la atención hacia temas polémicos, en un momento en que está cuestionado por su gestión económica
Un gobierno cuestionado
Tusk, en lo relativo a cuestiones sociales, da una de cal y una de arena. Un día anuncia su apoyo a iniciativas en favor de la familia y al siguiente trata de sacar adelante proyectos propios de la izquierda radical. Esto es algo poco lógico si se tiene en cuenta que la situación demográfica de Polonia es terriblemente preocupante con una tasa de fecundidad que en 2012 cayó por debajo de 1,3 hijos por mujer, a la cola de Europa junto con España y Portugal.
Con los datos acerca de la natalidad en la mano parece claro que la defensa del matrimonio y el apoyo a familias que deseen tener hijos debería ser prioritario. Según el ministerio de Trabajo y Política Social, el gasto social dedicado a personas mayores supone el 15% del PIB y el destinado a los jóvenes el 1,5%. Más de 1,3 millones de polacos, principalmente jóvenes, han emigrado.
Los mass media han tratado además de forma descarada de aprovecharse del complejo polaco frente a Europa, argumentando que la equiparación de las uniones con el matrimonio supondría una prueba de tolerancia y europeísmo. Al primer ministro posiblemente le importen bien poco las uniones homosexuales, pero sí le interesa mucho el apoyo de los medios, máxime cuando el balance de sus cinco años y medio de gobierno está siendo muy cuestionado y los sondeos muestran una crítica masiva a su labor.
Polonia no es una “isla verde” dentro de una Europa en crisis: el paro aumenta y se acerca al 15%, sin contar con que cientos de miles de polacos han emigrado –principalmente a Gran Bretaña, donde en pocos años se han convertido en la minoría más numerosa y ya son como mínimo 550.000 personas. El país ha dejado pasar la mejor época para su modernización, malgastando los fondos de cohesión de la UE, y la corrupción vuelve a ser un problema grave a la hora de hacer negocios, principalmente si ha de tratarse con el sector público.
A todo ello ha de sumarse las continuas humillaciones sufridas de parte de la Federación Rusa en la investigación de la catástrofe de Smolensk, en la que falleció el presidente Lech Kaczyński con otras 95 personas.
Todos estos motivos hacen que el primer ministro necesite desesperadamente que la opinión pública se centre en otros temas que creen división. Los próximos meses serán decisivos para saber si vencerá la cruda realidad o si este mal pensado experimento de ingeniería social toma cuerpo, pues el lobby homosexual ya ha anunciado que volverá al ataque.

(El subrayado y la negrita son míos)












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